Editorial Nº 95

La nota roja (o los cuerpos desmembrados)

Nuestra civilización actual vive inmersa en un bombardeo de información tan inmenso cuyo impacto puede ser dañino para el receptor “en ciernes” o para cualquier individuo que tardíamente lucha por encontrarse a sí mismo. La libertad de acción y del uso de la palabra de la que en general gozamos los seres humanos nos obliga a ser éticos, ya que una palabra hiere más profundamente que un cuchillo; así mismo, se tiende a poner mas palabras allí donde faltan las ideas.

Somos muchos los que necesitamos mantenernos informados para tener una idea más clara de nuestro entorno o lo digo con tristeza para configurar del modo mas efectivo nuestro escudo protector. El principal objetivo del periodismo es conocer, racional y críticamente el presente y comprender la sociedad actual para poder transmitirla en forma comprensible a los demás.

Qué tarea mas comprometida y mas noble le toca al periodista, me imagino que pasará horas recolectando hechos y otras más tratando de comprenderlos para darles forma y plasmar así la información en la página del periódico, de tal suerte que el lector agradecido comprende mejor su entorno y trata de adaptarse al mismo.

Desde ya hace un buen rato me he alejado de los periódicos y es que al principio después de leerlos pensaba que mi capacidad por entender mi entorno era nula o dicho de otra forma, la información plasmada en los mismos en lugar de ayudarme, bloqueaba mis sentidos. Es obvio que no me quedé así, me puse a investigar el porqué de mi situación y me enteré que muchas personas padecían de mi supuesto mal, pero después de un rato me di cuenta que el mal no residía en mí pero en los periodistas.

El mal señalado lleva como nombre desrealización y es una alteración de la percepción o de la experiencia del mundo exterior del individuo de forma que aquel se presenta como extraño o irreal. Es un sistema disociativo que aparece en varias enfermedades tanto en pacientes psiquiátricos como neurológicos.

Este daño creo yo se presentó a consecuencia de la profunda presión sufrida por muchos periodistas por la ardua y desenfrenada carrera del poder económico, vaya, dicho de manera común y corriente, por encontrar la fórmula de cómo vender más.

Sí, todo se debe principalmente a esta enfermedad, no es que se digan mentiras, no es que se pretenda sumergir a tal o cual individuo en el fango o crear falsos ídolos, tampoco la manipulación política, no nada de eso, es la enfermedad, esa famosa desrealización.

Muchas veces me pregunto, ¿de dónde surgirá ese deseo de venganza, de descuartizar al prójimo? El ser humano, máxima obra de la creación se deleita con los desastres, máxime con aquellos que trituran cráneos humanos. ¡Oh!, pequeño ser perdido en un planeta usurpado y que destruye día con día, ¿en qué momento perdiste tu soplo divino?

Y, resulta que la nota roja se describe como un género popular del periodismo, son noticias impactantes relacionadas con violencia física, crimen, accidentes, etc.

¿Cuál será el beneficio que se obtiene después de leer esta sección o periódico?, o ¿después de ver un sin número de fotos en donde aparecen separados del que ayer fue un ser humano, cada uno de sus miembros?

Periodista, sabe que la gente cree en ti más que en alguna otra persona de los medios de comunicación. El pueblo no sabe separar con éxito la verdad de la mentira cuando habla un periodista; porque está programado para recibir la verdad.

Entonces, no juzgues, interpreta, no difames, comunica con exactitud las acciones que podrían traer consecuencias adversas, no mientas, cada día y cada instante proporcionan hechos de gran relevancia.

Hermano, no te manches con la sangre que salpica de las notas rojas, actúa, haz algo, no sabemos si mañana, la foto de la página frontal sea la de tu cuerpo desprovisto de su cabeza, caja preciosa en donde guardaste tantos sueños, tantos anhelos, tanta esperanza.

Cuando las palabras pierden significado, la gente pierde su libertad.

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7 Comentarios

  1. Muy acertada reflexión, Dra. Alvarado. La nota amarillista, el «rating», el «todo vale», el «fin justifica los medios», son todos matices de la misma inmoralidad que no se mide por las preferencias sexuales, o la disensión ilustrada, sino por ese afán de fama que pervade casi toda actividad de nuestra cultura occidental. Y no solo la violencia es retratada con morbo, también se explota sin ninguna cuota de sana precaución cualquier evento que reditúe en audiencia. En Colombia lo vivimos de cerca con la nota que produjo un noticiero que terminó salpicando sin misericordia a uno de nuestros más preciados colegas patólogos de la nación. A fin de la ganancia mezquina tanto de los protagonistas del incidente como de los medios que se relamían desmembrando el buen nombre de un profesional de las calidades de nuestro mencionado colega. No que tengamos una guerra con nuestros amigos periodistas, pero los hechos requieren una reflexión y acciones que contrarresten la alevosía o la estupidez, ambos malos peores entre sí, y que sean la base para un organismo que ejerza con eficacia la defensoría de nuestros derechos como profesionales de esta noble rama de la medicina humana. Siendo, eso sí, más humanos.

  2. Gustavo Matute Yurizo

    Que bueno que lo lean los periodistas. Es una acertada y oportuna reflexión que a todos nos enseñanza.

  3. Muy buenas reflexiones, sobre una realidad distorsionada que a todos nos llega.

  4. isabel alvarado cabrero

    Mi querido ALVARO:

    Un gran abrazo

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