Las redes sociales, un cambio ineludible en nuestras vidas. (a mi papá)
Inicio en este verano lluvioso, como es el verano en la Ciudad de México, con un aire nostálgico, y es que, para mí, la lluvia es así…
«Que bonito es ver llover, y no mojarse», decía mi papá en aquellas tardes lluviosas de verano, cuando abría la puerta de la casa, acercaba una silla, un buen libro en mano, y su cigarro en mano opuesta, dispuesto a pasar inmerso en la lectura las siguientes varias horas de su vida, escuchando la lluvia en el fondo, con ese olor casi mágico, que desprende la tierra al mojarse.
En aquel entonces (y debo recalcar que, a pesar de que ha pasado el tiempo, considero, no ha sido tanto, sino más bien demasiado rápido), los celulares eran parte de una fantasía, que decir del internet, y mucho menos hablar de las redes sociales.
Solíamos pasar las tardes lluviosas, jugando en casa, con la imaginación exaltada, inventando mundos raros, o bien, en el dominó familiar, regañando de nuevo a papá, por tardar demasiado, pensando en su estrategia para colocar la siguiente ficha, cuando nosotras, siendo niñas, considerábamos el dominó como un juego de azar, teníamos prisa por la acción, y descubrir al vencedor, para después volver a empezar, mientras en el fondo, los truenos le daban un matiz especial a la partida.
La tecnología ha ido inundando nuestras vidas, poco a poco y quizá sin darnos cuenta del momento de transición. Para algunos de nosotros, el cambio ha sido gradual, nos tocó vivir sin control remoto, moviendo las antenas de la tele, para mantener la señal; también conocimos los teléfonos de disco, y aprendimos mecanografía en máquinas de escribir.
Posteriormente, mientras íbamos creciendo, llegó el uso de las computadoras, el internet, los celulares (que eran inicialmente, sólo teléfonos, para hacer y recibir llamadas), el correo electrónico y los famosos chats (a los que, siendo adolescente, no les encontraba el mínimo sentido).
¿En qué momento nos invadieron las redes sociales?, ¿cuándo salir de casa sin celular se convirtió en una tragedia?, ¿Cuándo el WhatsApp (o cualquier servicio de mensajería instantánea), abolió nuestra capacidad de hablar con la persona que tenemos a un lado, para chatear, con personas que pueden estar a cientos de kilómetros?, o quizá incluso ha eliminado nuestra capacidad de comunicación oral, ¡y ahora preferimos “sólo mandar un Whats!”.
Haré mención nuevamente de mi padre, quien estoy segura, me sacaría a colación su parafraseo de la tercera Ley de Newton: “A todo avance (acción) corresponde un retroceso (reacción) en igual magnitud y dirección pero de sentido opuesto.” Y es así, como la tecnología ha ido devorándonos, por un lado, y por el otro ofreciéndonos maravillas, como la obtención de información a través de internet, artículos académicos, libros, etc. La fácil comunicación con familiares, amigos, colegas, que están lejos por cuestiones geográficas. El establecimiento de grupos, como este mismo foro, que pretende hacernos crecer como profesionistas, a través del intercambio de casos, vivencias, etc.
En este ir y venir, ventajas y desventajas quizá innumerables, o controversiales que proporciona la tecnología a nuestro día a día, me he encontrado con una editorial llamativa, del Dr. Jerad M. Gardner titulada “Como el Angiosarcoma y Facebook cambiaron mi vida” (How Angiosarcoma and Facebook Changed my Life. Arch Pathol Lab Med doi: 10.5858/arpa.2016-0447-ED)
En la que nos cuenta como se unió a un grupo de apoyo de pacientes con angiosarcoma en Facebook, presentándose a sí mismo como un patólogo con interés en sarcomas; consciente de no poder expresar una opinión médica, sintiéndose feliz de contestar preguntas generales, y explicar el papel del patólogo y su lenguaje. Descubriendo para su sorpresa que los pacientes, en efecto tenían interés de hablar con el patólogo, y de conocer que es lo que hacemos, y para que. Pero la enseñanza no fue unilateral (generalmente nunca lo es), puesto que, de los pacientes, él aprendió sobre coraje, persistencia y esperanza.
Menciona “este grupo me enseñó que los patólogos aun poseemos el arte de sanar. Sí, sabemos que el diagnóstico que hacemos es crucial para el cuidado del paciente, pero con frecuencia sentimos que la ciencia que hacemos no trata a los pacientes, y que no podemos sanar pacientes. Olvidamos que sanar no siempre es igual a tratamiento o cura” y concluye diciendo “Creo y espero verdaderamente que los pacientes trabajando junto con los patólogos, cambiarán la historia de la medicina, y tengo por cierto que ellos, han cambiado mi vida para siempre”.
Una experiencia, muy enriquecedora, que tal vez nunca se me hubiese ocurrido probar, y gracias a esta arma de doble filo, “las redes sociales”. Ojalá tengan oportunidad de leer esa editorial completa, es muy bonita, y quizá más de uno de nosotros, nos atrevamos a vivir esa experiencia en “carne propia”.
Me despido, esperando que ya todos tengan sus boletos listos, permisos arreglados, reservaciones listas, porque el XXXI Congreso de nuestra Sociedad Latinoamericana de Patología, está ya a la vuelta de la esquina, Cartagena con las puertas abiertas nos espera del 8 al 12 de agosto.
PD. El Dr. Carlos Esteva, sigue en búsqueda de un colega patólogo, interesado en trabajar en República Dominicana, los interesados por favor de enviar correo electrónico a [email protected]
VIVA la NOSTALGIA!!!!
Escrito con el corazón, pero con mucho cerebro.
Celebro leerlo y más celebro que haya personas sanas en sus neuronas que nos hagan reflexionar en un mundo alocado que va demasiado, si demasiado deprisa y autómata.
Felicidades. Nos vemos en Cartagena.
Como es de fascinante el olor a «Tierra Mojá» y el degustar de una buena reflexión.
Felicitaciones,